IX

HECTOR ESTA SENTADO EN LA COMPUTADORA. HELENA EN EL SILLON, LEE UNA REVISTA.

HELENA: ¿Encontraste algo?
HECTOR: Es difícil rastrear sin delatarse.
HELENA: Lo difícil es esconder un cadáver.
HECTOR: No tanto. Imagínate que nos metiéramos en la base de datos de la morgue, por ejemplo. Cambiaríamos el nombre de un muerto por el de Jack, y tendríamos una autopsia que diría que murió... de un ataque cardíaco.
HELENA: Es absurdo, pero eso no es lo peor.
HECTOR: ¿No?
HELENA: No. Lo peor es que estaríamos en las mismas. Porque el cadáver está aquí y no en la morgue.
HECTOR: Eso es meramente incidental y secundario.
HELENA: Estás delirando.
HECTOR: Podríamos probar con el triturador de alimentos. Pero insisto; el problema no es el cuerpo, sino la identidad. Nadie podrá acusarnos de matar a alguien que murió de un derrame cerebral.
HELENA: Creo que voy a vomitar.
HECTOR: Eso no mejoraría las cosas. (SE LE OCURRE UNA IDEA) A menos que...
HELENA: (SE TAPA LA BOCA CON LAS MANOS) ¡Habla!
HECTOR: ...que estés descompuesta como consecuencia de la súbita muerte de tu adorado esposo.
HELENA: Pero si nunca nos casamos.
HECTOR: Fraguamos un certificado de matrimonio, y luego un acta de defunción.
HELENA: Crees que todo lo vas a solucionar con papeles. ¿Y el cuerpo?
HECTOR: Nada más sencillo: Llamamos a un servicio fúnebre.
HELENA: (SE REPONE) ¿Y sabes cómo meterte en la base de datos esa?
HECTOR: ¿Para que tengo “el mejor rastreador del mercado”? Si pude encontrarte a ti...
HELENA: Ponte a trabajar.
HECTOR: Y tú también. Limpia la sangre y ponle a tu difunto un traje apropiado. Tiene una cita trascendental. (RIE)
HELENA SALE. HECTOR SE SIENTA EN LA COMPUTADORA. HELENA REGRESA CON VARIOS TRAJES, UN BALDE Y UTENSILIOS DE LIMPIEZA.