III

MAGO, HELENA.
HELENA: Y tú… ¿De dónde vienes?
MAGO: ¿No me recuerdas?
HELENA: No recuerdo mucho, las imágenes vienen y van. No sé si son recuerdos o son sueños…Pero a ti, no creo conocerte.
MAGO: Por eso no te inquietes. Nadie me conoce.
HELENA: No sé entonces cómo podría recordarte.
MAGO: Te explicaré. Siempre he estado contigo, desde que eras una niña. Cada vez que jugabas, cada vez que pensabas o imaginabas, cuando algo se te ocurría de pronto y decías “me vino una idea a la cabeza”, allí estaba yo.
HELENA: Recuerdo que jugaba a que era una princesa.
MAGO: Lo eras. Lo eres aún.
HELENA: ¿Qué pasó entonces?
MAGO: Decidiste hacerte grande.
HELENA: Quería explorar, viajar…
MAGO: Navegar. Querías ser otra. Y lo lograste.
HELENA: Me gustaría ser la que era. ¡Si al menos supiera quién soy!
MAGO: Lo sabrás.
HELENA: ¿Por qué no me ayudas? Pareces saberlo todo.
MAGO: Saber no es lo mismo que conocer. No puedo decirte nada que ya no sepas.
HELENA: No te entiendo.


MAGO: No es a mí a quien tienes que entender, es a ti misma. ¿Quieres que te cuente un cuento?
HELENA: (SE RECUESTA, PARECE UNA NIÑA) Sí, me gustaría mucho.
BAJA LA LUZ.
MAGO: Había una vez una niña que jugaba a cabalgar en su caballo de madera.
Era un caballito de carrusel, imperturbable como la mirada de los ángeles; bridas de seda, bocado de plata, estribos de marfil y crines detenidas en un viento impalpable y misterioso que le daban un aspecto de rocín imperial, de fábula antigua.
La niña paseaba con él por los jardines, trotaba en los prados cercanos al bosque y se detenía a abrevarlo a orillas del río que atraviesa el país de los sueños, un río susurrante que nace en las montañas azules y serpentea por los valles buscando un mar que nunca nadie ha visto, porque el país del que te hablo es tan vasto que muchos afirman que no tiene confines. En él, las cosas que comienzan, como el río de este cuento, jamás llegan a su fin.
Y así cabalgaban, sin moverse apenas, y recorrían distancias infinitas
en un parpadeo; nunca miraban hacia atrás, nunca vacilaban en su curso de flecha que se dirige al objetivo en una línea perfecta, silenciosa e invisible…Sólo los duendes del aire podían verlos pasar y sonreían traviesos, cantando a la niña dulces canciones de duendes, que sólo la niña podía escuchar:
(SE VA ALEJANDO, ELLA VA CEDIENDO AL SUEÑO)
Su caballo tiene alas
Con plumas de cristal dorado
Surca el cielo estrellado
Hacia la estrella polar
La niña se deja llevar…
Y dormida se ha quedado.





ENTRA BUFON.

BUFON: (OBSERVA A HELENA) ¿Es la princesa?
(MAGO ASIENTE) Parece una mortal. ¿Qué le ha pasado?
MAGO: Supongo que se aburrió de su histérica madre y del energúmeno ese con el que quieren casarla.
BUFON: No la culpo.
MAGO: El problema es que ya no tiene identidad.
BUFON: Resolveremos eso en un santiamén. Una par de llamadas, unos cuantos e mail y tendrá un pasado, una tarjeta de crédito y hasta una página web. Dejádmelo a mí.
MAGO: Confío en tus habilidades secretas, 007.
BUFON: (EXTENDIENDO LA MANO) Fon, Bu - Fon. SALEN.